Un día, en las lejanas tierras de Fisherton, en una casa con un bosque muy muy grande, vivía un alegre chico virgo que, a pesar de tener muchos amigos que los querían en demasía, el se ofuscaba con facilidad y a menudo les prohibía hacer cosas, o no quería compartir sus momentos o cosas con ellos. Pero un día, este joven apuesto y viril, salió a caminar por el bosque encantado y su vida cambió. De pronto empezó a hablar con los árboles, con los hongos, los sapos, y otros seres que había a su alrededor. Se enamoró de ellos. Los idolatró. Cuando los veía estaba realmente en el paraíso.
Y varias actitudes de él cambiaron, pero sólo para estos seres mágicos. Nadie sabe porqué con sus amigos no era así. Cuando un amigo le pidió que lo llevara en su carroza porque no tenía como ir hasta el pueblo, éste le dijo que no tenía lugar para más de cuatro personas. Unos días antes había cargado en el mismo carruaje el doble de estos seres de cuentos de hadas. A lo mejor es porque los sapos y los hongos pesan menos que un amigo.
A los amigos les dijo por varias semanas que no vayan a su casa, porque estaban las cosas de su abuelita (que se la había comido el lobo feroz en otro cuento). En cambio, invitó a todos sus nuevos amigos. Les dejó entrar sus móviles (que a los amigos jamás les dejó), les dejó usar su juego de última generación (que los amigos le rogaron conocerlo y jamás lo sacó de su habitación), y sobre todo, ese día no se juntó con sus amigos de toda la vida. Estaba cambiando y, aunque acusaba de virgos y aburridos a sus amigos, seguía teniendo menos mujeres que la tapa de El Gráfico.
Moraleja del cuento: Al final, todos los negros son iguales...
en mi opinion ... es la culpa de campomar siempre campomar juiiirrrrrrrrraaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa campomarrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr
ResponderEliminar100% verdad y todos sabemos q no es todo
ResponderEliminaral pan pan y al vino toro, puto